Estos días, me ha costado más que nunca conciliar el sueño, no sé si se debe al cambio hormonal por el embarazo, o porque el rol de la mujer se ha planteado desde distintos terroríficos puntos de vista.
Primero, enciendo el televisor para ver las noticias y cada vez me encuentro con un caso distinto de “feticidio”, el que se está haciendo costumbre por estos días. Siempre se ha sabido que hay mucho maltrato en el país, pero de ahí a llegar al homicidio… tal vez como nunca se ha controlado correctamente el maltrato físico y psicológico que viven miles de personas a diario, los golpes e insultos les quedaron chicos a estas verdaderas bestias que matan con justificaciones vagas, los celos, porque no soportó perderla, etc, las que logran indignar más. Pero ahí está nuestra “justicia”, llenándose de leyes y casos atochados en los tribunales, que finalmente no están sirviendo para detener la matanza. Casi pidiendo por favor que no sigan con esta carnicería. Mujeres quemadas, niñas asesinadas, etc.
Claro que las mujeres no somos sólo víctimas, sino también victimarias, ya que el maltrato no tiene sexo. Hace poco una mujer mató a su hijita de tres años y luego intentó suicidarse. Los hospitales reciben una y otra vez a niños marcados por la violencia y que tienen miedo de decir qué les pasó, para que no le hagan nada a sus madres, ya que a pesar de todo las aman.
Por otro lado, este asunto no tiene edad. En el caso de “wena, Naty”, es ella misma quien se denigra y muchos más los que aprovechan esta situación, para reírse, hacer correr el video por Internet y olvidarse que se trata de una niña de ¡¡¡14 años!!! , que a pesar de que sabe lo que hace perfectamente, tiene familia, padres, amigos, y de sólo pensar que podría llegar a ser mi hija, me da rabia con ella y con todos. ¿Por qué?, porque le enseñamos a diario que el sexo mientras más promiscuo y explícito, más vende, porque ve a sus ídolos gringos haciendo lo mismo y logrando más fama, porque ve que es “choro” ser “osada” y no le mostramos lo que en verdad existe tras paredes, que a una niña que la ven haciendo eso, lejos de encontrarla “chora”, la miran con un espanto morboso.
Ahora, más livianito. La teleserie “Lola”, busca mostrarnos el mundo de hombres y mujeres, de lo difícil que es asumir el papel de la mujer, donde debes ser excelente profesional, dueña de casa, madre y amante. También tienes que buscar una imagen para tus amigas de liberal, ya que “somos igual a los hombres”. La verdad es que no creo en ese tipo de igualdad. Creo en la igualdad de derechos y que todos somos seres humanos con sentimientos, pero pienso que copiamos las peores actitudes de los hombres para vengarnos. Ahora somos infieles, competitivas y también utilizamos a la gente.
Todo lo que siempre recriminamos, lo copiamos.
Por su parte, los hombres se aprovecharon de esto y se han vuelto mal educados bajo la bandera de la igualdad. Ya no sólo no dan los asientos, sino que te empujan. El que es educado, lo consideran “mamón”, si es romántico “macabeo” y el “choro” es el que mira a las mujeres casi con indiferencia, ojalá homofóbico, para demostrar su supuesta hombría. ¿Pero en qué estamos? Gran parte de la educación de los hijos la damos nosotras, el cambio tiene que venir de ahí. Tal vez debiéramos preocuparnos de criar seres más humanos que “choros”, y más educados que “modernos”. Tal vez un ejercito de “macabeos” y “mamones” y su versión femenina, podrían humanizar nuestras relaciones y parar esta absurda guerra del más fuerte.
viernes, 28 de septiembre de 2007
jueves, 27 de septiembre de 2007
cómo
Hace un par de años, la vida se me ha puesto de cabeza una y otra vez. Armo y desarmo proyectos, relaciones, carreras. Voy y vuelvo de una casa a otra (me he cambiado 10 veces desde el 2003, todo un record).
Todo esto me ha ido cambiando, y el constante reformateo casi me termina de volver loca.
Luego de una depresión que casi termina con lo que quedaba, de cambiar nuevamente de vida, un jefe que me acosaba (no sexualmente gracias a Dios), un ex marido que se cree de la mafia, un nuevo rompimiento sentimental y los primeros infartos de mi papá, pensé que ya no tenía sentido seguir viviendo. Tanto así, que llegué a decirle a mi psiquiatra que sentía que estaba muerta.
Este estado de anestesia duró un buen tiempo. Lo único que me demostraba que estaba viva era el teatro y los amigos-hermanos que ahí me hice.
Cuando pensé que había topado fondo, las cosas empeoraron un poco más. Me quedé sin trabajo por meses y mi papá finalmente murió. En ese momento, sentí que toda la luz se apagaba. Me quitaban el aire y mis ganas de soñar.
El haber perdido a mi papá, es el dolor más fuerte que he sentido hasta ahora. Mi padre y amigo ya no iba a volver (al menos en cuerpo presente). Por desgracia, recuerdo una y otra vez con precisión, cada momento desde que se enfermó hasta que finalmente murió, cada detalle del velorio y el funeral, cada lágrima que tuve que guardar para darle fuerza a mi familia y ese grito que quedó ahogado dentro de mi pecho y nunca se calla.
A pesar que tengo una fe absoluta en Dios y en que la muerte es sólo otra etapa natural de las personas, mi cabeza sigue sin entender cómo ese hombre que siempre existió para mí, que siempre estuvo ahí, ya no está; cómo, si soy parte suya, si salí de él, se puede haber ido y dejarme aquí.
Esas preguntas se respondieron hace un tiempo. Justo cuando recién me habían operado la vista, me enteré que estaba embarazada. Aunque fue una felicidad absoluta, no pude dejar de pensar en mi papá y en cómo siempre quiso ser abuelo. Ese vacío no tardó en llenarse, porque gracias a ello, descubrí que sigue vivo ese lazo mágico entre nosotros y he visto cómo cada una de mis metas se ha ido cumpliendo rápidamente desde su partida.
Así comprendí que nunca se había ido, sólo estaba guardado en mi corazón, por eso había personas que no lo podían ver.
Al cerrarlos ojos cada noche, veo los suyos brillantes y chiquititos cómo velan el sueño de cada uno de nosotros, su familia y cómo cuida a su futuro nieto o nieta, porque en cada uno de mis pasos va su olor.
Todo esto me ha ido cambiando, y el constante reformateo casi me termina de volver loca.
Luego de una depresión que casi termina con lo que quedaba, de cambiar nuevamente de vida, un jefe que me acosaba (no sexualmente gracias a Dios), un ex marido que se cree de la mafia, un nuevo rompimiento sentimental y los primeros infartos de mi papá, pensé que ya no tenía sentido seguir viviendo. Tanto así, que llegué a decirle a mi psiquiatra que sentía que estaba muerta.
Este estado de anestesia duró un buen tiempo. Lo único que me demostraba que estaba viva era el teatro y los amigos-hermanos que ahí me hice.
Cuando pensé que había topado fondo, las cosas empeoraron un poco más. Me quedé sin trabajo por meses y mi papá finalmente murió. En ese momento, sentí que toda la luz se apagaba. Me quitaban el aire y mis ganas de soñar.
El haber perdido a mi papá, es el dolor más fuerte que he sentido hasta ahora. Mi padre y amigo ya no iba a volver (al menos en cuerpo presente). Por desgracia, recuerdo una y otra vez con precisión, cada momento desde que se enfermó hasta que finalmente murió, cada detalle del velorio y el funeral, cada lágrima que tuve que guardar para darle fuerza a mi familia y ese grito que quedó ahogado dentro de mi pecho y nunca se calla.
A pesar que tengo una fe absoluta en Dios y en que la muerte es sólo otra etapa natural de las personas, mi cabeza sigue sin entender cómo ese hombre que siempre existió para mí, que siempre estuvo ahí, ya no está; cómo, si soy parte suya, si salí de él, se puede haber ido y dejarme aquí.
Esas preguntas se respondieron hace un tiempo. Justo cuando recién me habían operado la vista, me enteré que estaba embarazada. Aunque fue una felicidad absoluta, no pude dejar de pensar en mi papá y en cómo siempre quiso ser abuelo. Ese vacío no tardó en llenarse, porque gracias a ello, descubrí que sigue vivo ese lazo mágico entre nosotros y he visto cómo cada una de mis metas se ha ido cumpliendo rápidamente desde su partida.
Así comprendí que nunca se había ido, sólo estaba guardado en mi corazón, por eso había personas que no lo podían ver.
Al cerrarlos ojos cada noche, veo los suyos brillantes y chiquititos cómo velan el sueño de cada uno de nosotros, su familia y cómo cuida a su futuro nieto o nieta, porque en cada uno de mis pasos va su olor.
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